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Su papá fue asesinado en la ciclovía. Una rosarina, la testigo más joven en declarar sobre las consecuencias del atentado en Nueva York

Tiene 20 años y es la hija de Hernán Ferruchi y Vera Dargoltz, quien también habló frente al jurado de 12 miembros para definir la condena a muerte o no del uzbeko, Seyfullo Seipov. Los testimonios de los santafesinos se completaron con Luciana Martínez, viuda de Diego Angelini, y de Martín Marro, sobreviviente. POR LUCIANA TRINCHIERI, ENVIADA ESPECIAL.

Natalia y Lina Ferruchi. Hermana e hija de Hernán, asesinado en 2017. Adelante, Ariel Benvenuto, sobreviviente

El tercer día de audiencia para definir si se condena a muerte o no al uzbeko Seyfullo Seipov por asesinar brutalmente con un camión alquilado a 8 personas, entre ellas 5 rosarinos, en la ciclovía del sur de Manhattan, fue muy intenso en materia de testimonios relacionados con las consecuencias del hecho para los que quedaron.

Desde Rosario llegaron madre e hija para narrar en carne viva, el dolor de la muerte de Hernán Ferruchi, esposo de Vera Dargoltz, papá de Dana y Lina, hoy de 20 y 16 años.  

Esa hermandad plasmada en una historia de amistad única que asombró a todos a partir de 2017, se traslada a los miembros de las familias de cada uno de los muchachos que en 1987 egresaron del Instituto Politécnico de Rosario, uno de las instituciones educativas más tradicionales de la ciudad. Finalmente son un sólo grupo, se abrazan, se apoyan, se alientan, se consuelan. Por los que están y lo que no. Y eso se ve en cada audiencia. Junto con el resto de los familiares de las víctimas que están ahí para obtener justicia, con la noción que cada uno tenga por ella.

La pregunta que se repite sistemáticamente por parte de la fiscalía, es quizá la más aterradora para vivir y narrar: cómo se enteraron de la noticia y quién le comunicó la muerte de su ser querido.  Lo que uno no quiere pasar, lo que uno nunca quiere vivir, y que ahora se vuelve a poner en carne viva para determinar la condena de quién lo causó.

“Yo les prometí que Hernán iba a estar bien pero no pude cumplir mi promesa”, dijo Vera Dargoltz entre lágrimas, narrando la preocupación con la que siempre se manejó su marido y más porque se iba. “Decía cómo nos arreglaríamos las tres en la casa. Como íbamos a hacer una semana sin él, sin saber que no iba a ser una semana sino toda la vida”, sentenció. “Uno trata de levantarse todos los días con una careta con una sonrisa y salir, pero la tristeza quema de lo difícil que es y lo que uno extraña. Ninguna de las tres volvimos a ser las mismas”, agregó.

Ese trío lo forma también Lina, la joven de 20 años que fue la segunda en declarar, un acto de valentía absoluta para sentarse frente al asesino de su padre, y del jurado que lo juzga para hablar de lo que fue quedarse sin Hernán. El coraje de plantarse allí y contarle al mundo, que la cercanía es lo que cuenta y las cosas pequeñas, cotidianas, simples son las que se recuerdan.

Una relación de compinches, con salidas en bicicleta, charlas sobre dibujo técnico - porque los dos fueron al Poli - y Hernán sabía explicarle a ella y a sus amigos sobre ese tema siempre difícil para los chicos. “Todos creían que iba a seguir los pasos de mi papá que era arquitecto, a mi me gustaba, pero cuando mi papá estaba vivo. Cuando murió, me interesé mucho en el trauma, en cómo reaccionamos ante algunas situaciones difíciles, la culpa de los sobrevivientes. Empecé a ver series, películas y a investigar, quería entender por qué y dije: voy a estudiar psicología”, casi como un camino de sanación de todo el dolor que vive hace más de cinco años.

Los recuerdos fueron apareciendo como postales que traían pedacitos de vida. “Éramos muy unidos, andábamos en bici, hacíamos la tarea de la escuela. Una vez se quedó toda la noche para hacerme el práctico de dibujo técnico y que yo pudiera dormir unas horas. Me llevaba y traía a todos lados”, casi como respuesta a lo que todos los padres nos preguntamos sobre lo que ven nuestros hijos de nosotros.

“La última vez que lo ví fue en el aeropuerto. Me pude despedir, pero no de la forma en que me hubiera gustado. No lo abracé porque dije es una semana nomás….” , y un silencio profundo la detuvo ahí. Respondió a una pregunta del fiscal, que sí piensa en su papá, pero no tanto como quisiera, por miedo. Porque "se empezó a olvidar de cosas, como su voz, y otras que le gustaría recordar pero no puede".

No lo abrazó como hubiera querido, y ese dolor se siente en cada palabra que impacta de lleno en un jurado visiblemente afectado por la asignatura pendiente que para siempre quedará entre los dos, y que a esa altura, se repartían los pañuelos de papel disponibles en la sala.

La fiscalía compartió como prueba del dolor que genero Sayfullo Saipov en las familias, un texto de Lina que ella escribió y le puso “Tercera rueda”, donde cuenta que se tatuó una bicicleta del lado izquierdo, donde iba su papá. “Se que si me caigo va a estar a ahí para darme ánimos de volver a levantarme y agarrar el manubrio otra vez”.

EL DOLOR DE LOS QUE QUEDARON

La presencia de santafesinos se completó con la declaración de Luciana Martínez, viuda de Diego Angelini, mamá de 4 hijos que contó su historia visiblemente conmovida, rememorando el calvario por el que atraviesa desde hace cinco años y por llegar hasta ahí, donde tanto tiempo costó llegar.

El tercer sobreviviente que se hizo presente fue Martín Marro que otra vez volvió a prestar testimonio, ahora sobre lo ocurrido después del atentado y cómo modificó su vida y su salud, tras estar seis días en terapia intensiva en Nueva York.

Por primera vez, se hizo presente un familiar de unas de las víctimas americanas, Monica Missio, mamá de Nicholas Cleves, su único hijo de 23 años que fue asesinado en el acto tras ser atropellado por Saipov y también habló una turista belga que sobrevivió tras la amputación de sus dos piernas, y una lesión en la medula que la obliga a estar en silla de ruedas.

Otra vez, mucho dolor en una nueva jornada de juicio.

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